Charlas de paso...[Françoise]

Avancé por el pasillo intentando no perderme, esquivando a cada individuo que pudiera cruzarse en mi camino. Los alumnos de años superiores simplemente daban pasos sin inmutarse a lo que estuviera por delante de ellos. Sentí un leve escalofrío a mis espaldas.

Era extraño, no me sentía muy convencida de que si realmente fue buena idea dejar a Serah en otra ciudad junto con tía Diana y Kevin, después de todo somos gemelas, nunca deberíamos separarnos, incluso a cuesta de la voluntad de la otra.

Pero ¿Qué estaba diciendo? ¡Fue mi idea! ¡Deja de retractarte, Rey! Agradece que Serah se salvó en ese accidente.

Suspiré quedamente, mientras sacaba un pequeño papelito doblado de mi bosillo, allí estaba anotado el número de mi casillero. Lo busqué con la mirada y lo encontré no muy alejado de mi posición, junto a lo que parecía ser un chico rubio, ¡No! Más bien una chica... ¿O no lo era?

Nerviosa, me acerqué hacia mi locker, tomé el candado entre mis manos e introduje la combinación con mucho cuidado, sin embargo, la cerradura no cedió.

—¿Pero qué...? — exclamé, intentando nuevamente abrir la cerradura, no obstante, no lo logré...

Bien, tal vez debía admitir que estaba demasiado nerviosa, ¡No puedo abrir un simple candado! Rey, deberías aprender a controlar esa inquietud tuya.

Seguí con mi intento de abrir el cerrojo, tal vez de una manera un poco brusca, pero luego de cinco segundos, me rendí. Estampé mi cabeza contra la puertecilla del casillero y comencé a murmurar un par de cosas que, hasta para mí, fueron casi inentendibles.

Escuché un ligero rechinido, seguido de un golpe. Me reincorporé sobresaltada más por autoreflejo que por otra cosa y desvié la mirada hacia la izquierda. Allí estaba la muchacha de cabello rubio.

"Espero que no haya visto eso" pensé, volviendo a mi trabajo de abrir el bendito candado. Iba a llegar tarde a clases.

—Cuidado, vas a romperlo así —le escuché decir a mi lado y, en un santiamén, unas amables manos me quitaban cuidadosamente el candado. Me quedé estática por un momento, observando como la chiquilla lograba, sin esfuerzo alguno, hacer que el cerrojo cediera. —Por seguridad cuentan con ese botoncito atrás... que activa la cerradura cuando está puesta la clave. Eso era todo~ —señaló un botoncito detrás del aparato. Me quedé estupefacta.

"Ah... eso era..." me golpeé mentalmente. No obstante, antes de poder dar siquiera las gracias, ella ya se había vuelto a su casillero. Yo preferí hacer lo mismo.

De pronto pude advertir una mirada y una dulce sonrisa en su rostro.

—Fran, un gusto. —le oí decir. Yo le observé un poco fácilante y correspondí el gesto con un ligero asentimiento.

—Rey, Crosseyra Rey. El placer es mío. —me presenté, no obstante, no podía dejar las cosas así. —Muchas gracias por ayudarme, y lamento las molestias —me disculpé, después de todo, había sido muy amable.

Mientras yo le agradecía, ella se mantenía dando un largo sorbo a su café. Me sentí fuera de lugar, como si no tenía el porqué estar ahí. Tal vez fue un gesto de más el disculparme por ello ¿O quizá no? No, en realidad era necesario. Modales son modales.

Fran le dio una pequeña mordida al chocolate que segundos antes había sacado de su locker para luego guardar lo restante en uno de los bolsillos de sus shorts. ¿Trataba de esconderlos? Eso aclaraba mis sospechas. Lo más probable es que ella ya estuviera en cursos superiores, aunque era lo más obvio ¿No? Desde el primer momento nunca pareció ser una primeriza como yo.

—No veo porqué disculparse. Es normal que a los nuevos les cueste acostumbrarse... —se encogió de hombros restándole importancia al asunto y en su rostro se formó una amplia sonrisa. —Ya sabes, Ray. Si necesitas algo, estoy aquí~. —finalizó.

Fran era amable, muy amable. ¿Sería así con todo el mundo? Era lo más probable, y lo mejor de todo es que no parecía estar fingiendo, pero apenas y la conozco, no puedo decir nada con exactitud.

Volvió a mirarme, dándole otro sorbo a su Mokaccino. Me tensé ligeramente, nunca fui una persona muy habladora, más bien alguien de pocas palabras.

—Gracias, lo tendré en cuenta. —comencé a tamborilear las cosas que llevaba encima con mis dedos, luego caí en la cuenta de que se me estaba haciendo tarde, verdaderamente tarde. —¡Ah! Lo siento, se me está haciendo tarde para llegar a clase. Espero y podamos hablar en otra oportunidad. —esbocé una ligera sonrisa al tiempo que cerraba mi casillero, disponiéndome a marcharme. —Nos vemos luego, Fran.